Definitivamente no estaba conforme con los resultados del Juego que Todos Jugamos, y se me ocurre realizar Juzgando la Vida, que resultó una mezcla extrañísima de teatro dentro del teatro, y un armado de situaciones que sin duda me ayudaron a estructurar, pensar y secuenciar episódicamente lo que imaginaba.
Mismo reparto, pero ahora en lugar de hablar desde el actor, el actor interpretaba un personaje, el cual jugaba a aparecer de pronto e irrumpir en la escena aportando o contradiciendo lo expresado desde su punto de vista.
Cada tanto se ejemplificaba, dramatizando con los mismos actores las experiencias que iban llevando al espectador al meollo del asunto: la naturaleza de su comportamiento, explicado, analizado y reflexionado de manera mucho más psicológica que en el texto original, y dejando francamente de lado otros aspectos de la reflexión que en su momento me pareció prudente desplazar, pero que sin embargo utilicé en la última versión que hice del texto: ¡Quiero ser escuchado!, pensado como una especie de farsa caricaturesca con personajes grotescos y exacerbados, trabajados desde un aspecto muy formal.
La realización de este último trabajo se llevó a cabo porque el partido político de Nueva alianza me pidió un proyecto con el cual pudiéramos llevar mensajes importantes y de interés para jóvenes de universidades y grupos sociales. He de decir que caí en la trampa de politiquillos sucios, que terminaron abusando de la buena fe con la que desempeñé mi trabajo, y me entregue al proyecto. El abuso fue más allá pues no sólo vivimos un engaño con la realización de la obra, sino porque supuestamente yo formaba parte de su gabinete, en un nuevo proyecto coordinado por jóvenes con el cual se harían propuestas y se promoverían programas y actividades culturales.
Francamente interesado en aportar algo a la sociedad, dediqué buena parte de mi tiempo en estructurar un buen plan de trabajo, y sobre todo a la realización de la obra, la cual iba a estrenarse dentro de las instalaciones de Nueva Alianza (en Zona Rosa) y aquí la parte mas penosa pues el mero día del estreno y con los espectadores esperando ingresar a la función, se cancela el proyecto debido a una mala jugada política de otros miembros del partido, quienes presuntamente boicotearon el proyecto de quienes nos habían contratado. Más adelante pudimos enterarnos que de lo que se trataba era dejar mal a unos rivales para limpiar el terreno y acaparar algún lugar, y por lo tanto nosotros veníamos perfectos para caer dentro del numerito.
Lo mas vergonzoso y desagradable es que nunca recibimos una disculpa de parte de alguna de las cabecillas que antes andaban tras nosotros, solo Eduardo Carreón Muñoz dio muestras de educación, pues mas adelante, nos contactó con la Universidad Autónoma de Chapingo, en la que pudimos dar una serie de funciones para sacarnos la espinita y presentar finalmente el trabajo.
La Universidad de Chapingo es una maravilla. Con una buena respuesta de los alumnos, y su entusiasta participación en la obra, que por cierto no he comentado: era interactiva, el grupo Teatro del Farol (llamado entonces así, por una metáfora entre la luz y lo urbano) triunfó en Chapingo por ahí del 2007.
El entusiasmo de mis compañeros por darle seguimiento al trabajo fue muy insistente, pero de mi parte el proyecto había agotado sus posibilidades al escribirse de manera didáctica, y por lo tanto no era de mi interés sacarlo de la plataforma estudiantil. La obra, era a grandes rasgos, un programa de televisión tipo TALK SHOW en el cual se caricaturizaban diferentes personajes y situaciones en las que la bestialidad, el consumismo, la frivolidad, la autocompasión y todo cuanto pude criticar de la sociedad se manifestaba mediante televidentes que acudían a ser expuestos.
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